Utilizar el silencio como un medio de “Transporte” y hacer “Eco” de un par de decenas de canciones “Estalactitas”, convirtieron al Teatro Diana en una perfecta cueva sonora
El “Deseo” se cumplió y ver al uruguayo interpretar a “Guitarra y voz” desde sus primeras grabaciones como “La aparecida”; que fueran relatadas entre anécdotas íntimas, detalles familiares y explicaciones de cada uno de los viajes que palpa en sus composiciones, resultó algo totalmente diferente, tal es el caso de “Salvapantallas”, que se volvió un deleite introspectivo y melancólico llevando la velada por un buen camino.
Ampersan, quienes habían iniciado la noche, subieron de nueva cuenta al escenario para acompañar a Jorge con “El tiempo está después”, un himno del montevideano Fernando Cabrera y que a pesar de no haberse ensayado, derivó en una acertada improvisación. “Abracadabras” hizo que apareciera “Todo se transforma” y que el coro unísono del Diana rompiera el silencio con un volumen embelesado que culminó el segundo bloque de entregas con el globalizante rap de “Disneylandia”.
Era una noche de “Asilo”, todo asistente se había vuelto cómplice de lo que el cantautor guiaba en la amena exclamación de sus poesías. “La vida es más compleja de lo que perece” nos acompañó en la “Soledad” y la calma que “La edad del cielo” ofrecía y que se coreó perfectamente “A la sombra del Ceibal” como el músico indicó.
Tan delicioso es que Drexler hable de su relación con Sabina y aquellos momentos relatados en “Pongamos que hablamos de Martínez”, que nos resistíamos a que la tertulia concluyera, pero “Sea” fue el primer aviso del cual el cantante hizo burla para hacerse regresar al tablado y regalarnos “Movimiento”, primer tema de su última placa discográfica Salvavidas de hielo.
El “Silencio” se hizo presente de una manera total, y Jorge regresaba tras bambalinas para lisonjearnos con “Telefonía”, y después de dar un breve discurso político, declamarnos “Me haces bien”, que completaba el pilón que puso fin a un recital verdaderamente gratificante.
Por Eduardo Roel.
Fotos: Roberto Mora.