Por: Omar Magaña
Akamba nos encandiló. El 12 de mayo se fueron las lluvias que han enrarecido esta primavera y Akamba nos bañó de sol y música.
Estábamos expuestos: al centro de un campo de agaves, en el área rural de Tequila, muy cerca de un volcán inmenso, sobre una tierra roja y compacta. Y dejamos que el sol nos cayera de lleno porque ahuyentaba así cualquier tentativa de tormenta.
El clima puso de su parte para que desquitáramos nuestras 15 horas de ritual colectivo -de las 15:00 horas del sábado a las 5:00 horas del domingo-. Y las desquitamos porque también llegamos hasta allá dispuestos a sorprendernos por un line up hecho para ver por primera y extraña vez esos proyectos pequeñitos y muy indies que nos roló un amigo por Messenger o para encontrarnos con nombres que jamás pusimos en nuestras playlists. Más que un festival de complacencias, era un festival de descubrimientos.
Hubo quienes sólo iban dispuestos para la fiesta -desconociendo por completo los nombres del cartel-, pero abiertos a la experiencia, libres para conectar con los sonidos que les sacudieran y con toda la sinceridad para rechazar de tajo aquellos proyectos que no les tocaran lo más mínimo. A muchos de ellos los vemos ahora sorprendidos porque hicieron la prueba y se trajeron nuevos tracks para la banda sonora del día a día.
Mi imperdible era Timber Timbre porque me encanta esa suerte de rock árido e hipnótico y, difícilmente, tendré la oportunidad de verlo en un foro local. Era la oportunidad perfecta. Y estuvo muy bien, aun sin el horario -la banda comenzó a las 16:50 horas-, la resolana y el volumen disminuyeron la potencia de un directo que pudo ser aplastante.
Hollie Cook y Sinkane -ambos en el escenario de Timber Timbre- se vieron beneficiados por la aparición de unas nubes que hicieron más agradable colocarse frente al grand support. Y en todo caso, el sol de primavera hacía buen match con el reggae dub de la Cook y la versión milenial del afrobeat y el high life de Sinkane. Serían los tragos, el ritmo, la sensación de que el festival había generado una comunidad compacta y bien sintonizada de asistentes, pero durante estos dos conciertos cualquiera perdió el miedo a los rayos UV; se olvidó del bloqueador, se dejó llevar por lo que sucedía.
Cayó la noche, Mayer Hawhtorne le puso el saborsito pop al encuentro. Por ahí alguien dijo que sonaba como un acto de boda. A mí me pareció un show divertido, relajado; mucho soul & funk a la hora correcta. Después de todo, este era el escenario ecléctico. Los fans de la electrónica hecha y derecha siempre tuvieron el escenario Ori, un espacio que nunca paró, que mantuvo el pulso de cabo a rabo para bendición de los suyos. Después de las 22:00 horas, el escenario Uni se emparejó a Ori con la entrada de Matanza y su electrónica con twist andino; Satori and the Band from Space, Nicola Cruz y Thugfucker. A partir de ello todo fue para arriba: baile masivo, bocanadas de mariguana, gente llegando, personas agotadas, beats en escalada, agua de cacao para el cansancio, un paseo por la fiesta silenciosa del stand de Pepsi, amigos contentos, amigos sorprendidos, comida, un poco de aire frío, las ganas de que esto se repita muchas veces más